lunes, 10 de febrero de 2014

Pensar en ti...

Pensar en ti siempre me lleva al mismo punto del pasado... sentada en tus rodillas, mirándote con devoción y diciendo “ummmm que rico abuelo, ¿verdad que está buena la comida?”.

Cada día cuando llegabas del trabajo corría a abrazarte y besarte, y tú me levantabas en alto, me besabas y me decías, “¿Mari Pili” como te ha ido el colegio?” y yo sonreía gritando “¡Muy bien abuelo!... y tu sonrisa era aún mayor que la mía. Te sentabas a comer y yo me quedaba de pie mirándote, y sonreía y sonreía... y al final tú siempre me decías, “Mari Pili ven siéntate aquí conmigo” y yo rápidamente me subía a tus rodillas, y entonces te miraba mientras comías y te decía “ummmm que rico abuelo, ¿verdad que está buena la comida?”... tú sonreías aún más, acariciabas mi cabeza, mis tirabuzones, me besabas en la frente y todas tus comidas terminaban igual, una cuchara para ti y otra para mi, así comías siempre, y a mi me parecía el momento más maravilloso del día.


Pensar en ti me hace recordar todas las veces que tus amigos y conocidos me han dicho, “¡que orgulloso está tu abuelo de ti!”... y lo mejor es que lo sé abuelo, me lo decías siempre, con palabras, con miradas, con tus actos... sé lo orgulloso estabas de mi, y lo especial que eso me hace sentir...


Añoro discutir contigo de política, que me digas “¡tú como eres tan republicana!”, y ver la tricolor en la tele y que me digas “¡mira mira, tu bandera!... esos son rojos como tú”... y eras más anti monárquico que yo, pero te encantaba hacerme enfadar, porque nuestras discusiones eran diferentes, eran especiales y eran nuestras... ¡ay abuelo que pena me da no tenerte!, cuantas cosas se pierden contigo, cuantos recuerdos bonitos me dejas, cuantos momentos, discusiones, sonrisas, gestos, fotos... pero que vacío tan grande me dejas... y sé que siempre vivirás en mi y en mis recuerdos... pero te has ido tan rápido...


Pensar en ti siempre me hace sonreír, aunque hoy son sonrisas saladas porque te echo demasiado de menos. Se mezclan los millones de recuerdos felices que me regalaste con la tristeza de no poder sumarles más. Y soy una afortunada, lo sé, te he tenido casi 32 años conmigo, pero eso no consuela la pena de no poder volver a abrazarte, de no volver a olerte abuelo... tu olor lo reconocería entre un millón de personas... Te fuiste mientras acariciaba tu cabeza y te besaba, y aún así a veces me sorprendo pensando que sonará mi teléfono y escucharé tu voz gritando “¡Mari Pili!”, y después tu risa... y terminar esa llamada diciendo “¡te quiero tanto abuelo!” y tú respondiendo “yo sí que te quiero”.

Pilu... Piluchi... y hoy también Mari Pili... para él siempre seré Mari Pili.